ENVIAT PER ANTONIO HERNÁNDEZ (PROFESSOR DE CASTELLÀ)
DESPEDIDA A LOS ALUMNOS DE 2º DE
BACHILLERATO DEL CURSO 2011-12
Estos
alumnos y alumnas que hoy se convierten en bachilleres “sensu stricto”, es
decir, “los que tienen la frente ceñida con una corona de laurel con bayas” –
que es lo que significa la etimología de Bachiller y perdonad que lo diga todos
los años – entraron en este Instituto hace ya años, aunque parece que fue ayer,
con todas las esperanzas e ilusiones propias del final de la inmaculada niñez y
acaban ahora su andadura en el Centro, cuando comienzan a palpitar en ellos las
esperanzas e ilusiones propias, siempre maravillosas, de la primera juventud. A
partir de ahora vais a entrar en un proceso de individuación, de
caracterización fuertemente singular, y ello en virtud de la fuerza interior o personal
y también de la presión exterior o social. Ahora comenzáis a ser conscientes de
que sois quienes sois, y de que podéis y debéis ser lo que sois no a la sombra
de nadie, sino a la de vuestra propia luz. Empezaréis a decir quiénes queréis
ser, y por ello sufriréis no pocas interferencias, bienintencionadas y menos
bienintencionadas; las bienintencionadas suelen ser algo más pesadas, más
cargantes. Pero, bueno lo interesante es el fondo del asunto, que permanezcáis
fieles a vuestro ser. Y seréis lo que hagáis, puesto que son las acciones las
que constituyen el ser de cada uno. En cierto sentido nacemos siempre de nuevo
cada vez que actuamos libremente. Por eso Don Quijote, vuestro paisano, decía
que somos hijos de nuestras obras. Lo que no construyáis en libertad y con los
recursos de la libertad es como un pajizo que se lo llevará el primer golpe de
viento, o es como una cárcel disimulada, un engaño.
Desde que nacisteis hasta ahora habéis
pasado una época paradisíaca en que vivís con gentes que os quieren y viven
para vosotros, y sentís todo eso como lo más natural del mundo; el hombre
siente como cosa natural que lo quieran, por eso la juventud os llena de
extrañeza cuando empezáis a ver que esa cosa tan natural no está tan
garantizada como en casa creéis, que fuera de la casa de la que pronto
partiréis hay un mundo que espera vuestra predisposición amorosa para
mejorarlo, y no siempre (
misterio ) os va a recompensar con el mismo don sublime del amor.
Os aseguro que es aún muy pronto para que podáis
valorar los tesoros intelectuales y morales con que os ha equipado para vuestra
vida futura el equipo docente de este Instituto. Carecéis aún de perspectiva y
experiencia social y profesional para poder valorar esos tesoros intangibles
que portarán vuestros espíritus durante toda la vida. Ortega decía que los
saberes fundamentales que un hombre no ha aprendido a los dieciocho años ya
nunca los podrá aprender debidamente por buen autodidacta que sea, y que me
perdone la pedagogía constructivista, tan boga en estos momentos. Los grandes
autodidactas son grandes excepciones. Son los posos de la cultura y la
civilización sobre los que en el futuro pueden brotar la bondad y perfección
profesionales, además de un sensible compromiso con los demás hombres. Estad
seguros que lo mejor de vuestros conocimientos básicos se formaron y
estructuraron aquí, entre estas paredes, en el silencio e incluso en el
bullicio de las aulas. Los conocimientos que aquí aprendisteis volverán a salir
como sillares fundamentales, como piedras angulares, como soportes
imprescindibles en vuestros estudios superiores y en vuestros trabajos. Pero
también en vuestra vida; porque hasta los contenidos más aparentemente lejanos
de los trajines de la vida se activarán también en estos, pues que no hay
ninguna Asignatura o contenido de los estudiados que no os pueda servir como
clave para resolver los distintos e infinitos problemas de la vida y ayudar a
un enriquecimiento dinámico de vuestras competencias básicas, que esperamos que
en muchos de vosotros la noción de competencia, que es un concepto protagóreo,
llegue a tener el nivel de excelencia, que es una noción platónica. Estos cimientos os han conformado como
hombres y mujeres de provecho, pero – oídlo bien – no sólo de provecho para
vosotros mismos, sino que vosotros ya tenéis la obligación intelectual, cívica
y moral, con esa formación humanística, técnica y científica, y de salud
física, de servir como honrados instrumentos críticos para mejorar el mundo y
hacerlo más habitable y más libre, es decir, más humano. Los hombres somos
hijos de los ámbitos públicos, únicos ámbitos en que podemos habitar. Ése es el
mejor regalo que podéis hacer al Instituto que os instruyó con todo su afán y
su amor pedagógico en los conocimientos propios de la Etapa Secundaria ;
que uséis siempre estos conocimientos como fundamentos para aprender saberes de
más alto grado con los que mejorar nuestra sociedad, empezando por el entorno
más cercano, pues los valores que sostienen nuestro Proyecto Educativo no sólo
deben defenderse detrás de los muros de este Centro, sino también en la calle y
en vuestra larga vida futura, con vuestro compromiso de ciudadanos formados.
Son los valores que hacen del mundo un lugar en que la vida puede desarrollarse
de forma agradable, mereciendo claramente el vivirse, con los que el pez grande
no puede comerse al chico y en donde el respeto al ser particular de cada uno
es una norma sagrada, un respeto que no se configure en relación con el poder,
inteligencia, salud o belleza del otro, sino en la arraigada creencia de que,
académicamente hablando, el otro también soy yo, un hombre. La ética entra aquí
por cuanto es obligatorio estar contento y ayudar a la alegría general, a la
salud y la satisfacción general, a hacer lo que se tiene que hacer, que diría
Ortega. Afirmaba Platón contra Protágoras que la virtud no es enseñable, y es
verdad que esta afirmación en algunas ocasiones parece cierta en algunos
hombres, en algunos muy pocos alumnos que se resisten a respetar el bien común,
el buen estado de los demás, pero nuestra experiencia nos indica que son unos
pocos casos anormales, y que la inmensa mayoría de los hombres puede aprender
la virtud, y mejorar como persona todos los días. De este último tipo de
hombres sois todos vosotros.
Decían los viejos maestros de la Institución Libre
de Enseñanza que haber aprendido en los centros educativos consiste en el arte
de saber ver las cosas, pues el ver las cosas es saber, y por ello tiene razón
la sabiduría popular cuando ha comparado al ignorante con el ciego. Y vosotros
ya sabéis ver las cosas de otra manera a como las veíais antes de llegar al Instituto.
Pero como el hombre no sólo se define por su
animalidad racional, sino también por su carácter supersentimental, que diría
Unamuno, también debería dejarse constancia aquí de las amistades e incluso –
por qué no - amores que habéis hecho en este recinto de enseñanza. Para muchos
de vosotros, tocados quizás por las flechas del Dios travieso, la educación
sentimental aprendida en este marco escolar haya sido aún más importante que la
educación libresca o pedagógica. Como es natural, cuando se tiene la suerte de
tener los pocos años que vosotros tenéis. Y además, no se puede enseñar a un
joven o a un adolescente sin tenerle afecto. Está demostrado que la
indiferencia sentimental del enseñante hacia sus alumnos hace prácticamente
imposible la enseñanza. Y el alumno que no se siente querido en clase por sus
compañeros tiene en gran parte cerradas las ventanas que deberían estar siempre
abiertas al conocimiento y al goce y disfrute del mismo. Le falta a ese alumno
la luz del corazón. Por eso, vosotros al haber sido parte durante dos, seis,
siete o incluso ocho años de una comunidad escolar, también habéis sido parte
de un sistema fundado en sentimientos, amistades y amores. Esperamos que os
duren toda la vida las amistades que habéis forjado aquí, y cuando recordéis
este Centro lo recordéis con el afecto que teníais a vuestros compañeros y
compañeras, entre los cuales quizás encontrasteis los primeros movimientos
extraños del corazón, y, cómo no, recordaréis también a vuestros profesores.
Porque no podemos acabar este sencillo Acto sin hablar de los profesores que en
estos años os han dado clase. A todos ellos seguro que los tenéis aún en la
memoria, y permanecerán allí vivos durante mucho tiempo. Algunos durante toda
vuestra vida. Sus consejos y protección amorosa os acompañarán siempre. El
profesor se dirige a la persona en su inteligencia, en su conciencia:
informando, facilitando intuición, inteligencia emocional, emoción intelectual.
Decía Francisco Giner de los Ríos: “Dadme el profesor y os abandono la
organización, el local, los medios materiales; cuantos factores, en suma,
contribuyen a auxiliar su función. El, como corazón de la enseñanza, se dará
arte para suplir la insuficiencia o los vicios de cada uno de ellos”. Y en
realidad es relativamente secundario lo que el alumno ha de aprender, al lado
de la manera como debe aprenderlo; el problema estará siempre en el método y en
el profesor, antes que en los asuntos. Desgraciadamente los afectos se
devuelven siempre pasados muchos años, incluso cuando al que le tenemos que
corresponder con nuestro amor ya no existe. Es la desgracia que siempre tiene
la toma de conciencia de las cosas importantes, como son los seres que nos han
querido y enseñado los conocimientos más fundamentales. Los profesores tenemos
ahora en el corazón a nuestros profesores. Como véis, han tenido que pasar
muchos años. Así también vosotros devolveréis el afecto a vuestros profesores
cuando quizás seáis vosotros mismos profesores, o padres y madres. También es
probable que los profesores, como cualquier otro colectivo profesional, se
hayan equivocado algunas veces y que más de uno hayamos metido la pata. Eso
seguro. Si fuese así, lo sentimos de veras, y apelamos a vuestro juvenil
corazón, que por ser joven tiene que ser generoso, para que tenga la grandeza
moral de desterrar esas pequeñas sombras, si las ha habido, y sólo quede en el
recuerdo la luz y la alegría de estos seis años pasados. Agua pasada no mueve
molino, excepto que sea el agua que nos dio alegría y nos apagó la sed, que esa
siempre lo moverá.
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